El domingo 13 de enero Ana “La Volaora” nos brindó una jornada “memorable” dirigida con maestría, e “interpretada” con “altura” por Juan Antonio, “el Páter” -¡genio y figura!-, en su reencuentro con la montaña. Completaron el “elenco” Pilar, Ramón, Cristina y Juan Carlos.

El cronista testimonia la afortunada reunión. Desde procedencias varias, nos “juntamos” en la gasolinera de Huetor- Santillán a las 8’45, donde ponemos rumbo al Parque Natural de la Sierra de Baza (1989/53.649 ha). En la reabierta Venta del Vicario, abandonamos la A- 92 y aparcamos los dos coches. A las 9’45 ya caminamos, entre pinos, por el cauce seco del Arroyo de Baul, para repetir el itinerario realizado en 2014, cuyos hitos señalados son el Cortijo de la Fábrica de Pardo, a dos kilómetros, y el Pino de Nuestra Señora, en el Barranco de la Fonfría. Las conversaciones cruzadas, -viajes, cuitas, pensamientos- como los mensajes escritos en la arena, van escribiéndose sobre un palimpsesto, que silencia el rumor del arroyo. Reaparece, con su “galería natural”, justo cuando la senda lo cruza y, acompañando a una acequia, va remontándolo por el margen izquierdo, hacia el Cortijo de Pardo. Próximo, pues su alameda, en la confluencia del Arroyo de Baul y el Barranco de la Fonfría, divisamos delante. Sobre las 11’00, ya hollamos los lienzos desmoronados paratas y muretes del susodicho cortijo, donde aún a principios del s.XX se encontraba operativa la fundición de plomo, que se nutría de las minas de los cerros cercanos. El paraje, de iluminada belleza en otoño, presenta ahora tonos apagados, por lo que proseguimos la ruta. Cruzando el arroyo, comenzamos la subida del Barranco de la Fonfría, por la falda del Cerro Panizo (1742 mts). La senda discurre por el pinar aclarado, cerrando el horizonte, a nuestras espaldas, los cerros de El Carrascal y Quintana. Como observa Ramón, rebrota por doquier el encinar autóctono, que acompañan, dispersos, arces, quejigos y espinos. Completan el “tapiz” trepadoras (madreselvas, clematis, zarzaparrillas ) y herbáceas de “humedad”, como el helleborus foetidus, popular “hierba de los ballesteros” y baladre/a, con que se nombra a la venenosa adelfa, señala Juan Carlos. Sobre las 11’50, girando hacia la izquierda, entramos en una extensa área repoblada con pinos silvestres, alineados ¡con esmero! en el aterrazado. Nos conduce a un claro del bosque, donde se destaca, el imponente laricio ( pinus pinaster),-herido (para hacer teas de resina) en la base e inclinado-, Pino de Nuestra Señora, de 300 años y 17 mts de altura. Realizamos un brunch de campaña, para reponer fuerzas, pero a las 12’15, ya vamos tras Ana rumbo del Collado del Resinero (1966 mts), por las “Umbrías del Picón”. Avanzamos sin senda, siguiendo una “diagonal de autor”, que va salvando barranquillos, mientras subimos los “escalones” del pinar aterrazado, como si de una pirámide maya se tratase. A las 12’50 salimos al Collado del Resinero (1966 mts), colonizado por sabinas y enebros rastreros. Lo atraviesa el carril procedente del área recreativa de La Canaleja Alta y que se dirige al Refugio del Cascajar. Pilar y Ramón, “dando la espalda” al Calar de Sta. Bárbara (2269 mts), es decir hacia el oeste, comienzan el ascenso al Picón de Gor (2155 mts), por un canchal alomado con hitos de piedra como guía. Dan tiempo a Ana, que toma la cabeza, para imprimiendo más ritmo, “subirnos” a la cima en apenas media hora. El Páter, que acusa el desentreno, se presenta sonriente cinco minutos más tarde. Sentados en el vértice, “mirando” hacia la Sierra de los Filabres (sur), almorzamos, ¡casi tocando! El Calar de Sta. Bárbara (este). Pero, sobre todas éstas, destacan, hacia el oeste, las cumbres de Sierra Nevada, elevándose desde el Marquesado. Cuando Ana nos obsequia con el “suizo” gourmet, ¡comenzamos el viaje! Por los surcos del río Gor y el Arroyo de Baúl, que horadan la reseca planicie del antiguo lago -¡unos cinco millones de años!- avanzando hacia un horizonte perfilado con algunas sierras jienenses; Mágina, Sierra del Pozo , y algunas granadinas como Castril o La Sagra. Sobre las 2’30, levantamos el campamento, mientras escuchamos el regreso propuesto por Ana , Y aunque el Páter, con resabio, advierte: - “pues… “todo atajo tiente su trabajo”, ya veréis,” lo ejecutamos “sin chistar” descendiendo con ¡genuino estilo mulhacenero! por los canchales del Cerro Majarón y Cerro de Risca Colorada. La anterior “exigencia” se transforma en desconfiada cautela, con la pinaza del pinar subsiguiente, pero, ¡afortunadamente!, tras una hora “larga” de ¡pelea!, salimos al claro del bosque. Allí, se vislumbra un camino ¡bendito!, que conduce al Cortijo de Seguidillas ( ruinas), y al de Los Corvos, en el barranco del mismo nombre. Evitamos el carril, porque ¡da mucha vuelta!, y proseguimos nuestro periplo, entre olivos y encinas, hasta la Solana de Seguidillas, donde, en el fondo, reaparece el camino carretero. Ana ¡se ablanda!, y concede que lo transitemos, pero una curva a la izquierda lo condena definitivamente. Por suerte, metros más adelante, tomamos un atajo providencial, que nos acerca a la Venta del Vicario, tras cinco horas, 18 kms y 1100 de desnivel. Desde las 4’30, en el “tercer tiempo” ¡cervezas en alto!, celebramos la rentrée del Páter, al tiempo que agradecemos a Ana su experta dirección, concluyendo: ¡ESTO SI QUE HA ESTADO MUY BIEN ORGANIZADO!

  

VER REPORTAJE COMPLETO.- AUTOR: Pablo Cano